ÉL NO TENÍA
Él no tenía ningún perfume en especial
el único aroma que
emitía era el del
alcohol, que bebía
todas las noches.
Al amanecer solo
recordaba la desdicha
de su soledad, un
rayo de luz le chocaba
cada mañana. Es
ahí donde se daba cuenta
que el día era su
martirio.
Y se preguntaba, ¿qué puedo hacer?
Cada día me evoca
en la memoria
Su dulce
recuerdo.
Las veces que la tenía
a mi lado
las risas hasta
quedarnos dormidos
los intermitentes
diálogos en medio
de la espesa
noche.
Entre sus
bebederas y amores de una noche
imaginaba que ella
volvía a sus brazos
para oler una vez
más aquel perfume
que la
caracterizaba.
Él no tenia nada
nuevo en su habitación
solo sus libros
viejos, las botellas de
whisky a medio
tomar y su estante
apolillado a punto
de colapsar.
Aquel estante que
guardaba
los más
bellos y oscuros recuerdos.
Él no se atrevía a
desecharlos
pues cada objeto
tiene su historia.
Ahora solo le
queda, el silencio
de su ausencia que
al pasar las horas,
los días, las
semanas, los meses y los años
se van
convirtiendo en su tortura
esa que olvida con
el sorbo de ese compañero
fiel, llamado
alcohol.
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